LA MEMORIA NO TIENE FRONTERAS
Pensé mucho, mucho al escribir estas palabras.
Quería encontrar las palabras exactas, precisas, que pudieran expresar a ustedes la infinita emoción y el inmenso agradecimiento que sentimos en este momento. Busqué palabras que pudiesen trasmitirles los que significa para mi familia y para nuestra historia estar hoy acá.
Decirles que es tremendamente emocionante, poner los pies en este sitio en donde Kiko, mi hermano, Clarita, su compañera, y Cecilia su cuñada, estuvieron por última vez antes de comenzar su camino hacia el horror y la muerte.
Este era nuestro hogar: Chiclana y Pavón.
Este fue el barrio que nos acogió como la familia de exiliados chilenos que éramos en 1974.Fue nuestro hogar y nuestro barrio y créanme que jamás pensé que después de 33 años volverían a él –de la mano de todos ustedes- a sellar un pacto con la historia, con la memoria y con la vida.
Aquí hubo amor.
Entre está casa, que era de las hermanas Clarita y Cecilia Fernández, y aquella de Chiclana 2821, que era la casa de mi familia, hubo amistad, compromiso, solidaridad, fraternidad y amor.
Clarita y Cecilia Fernández eran oriundas de San Cristóbal.Dos únicas hijas de un hombre que también amaba este barrio y que al morir, en marzo de 1974, les dejó –entre otras cosas- un amor inmenso por San Cristóbal.
Los Elgueta conocimos a las hermanas Fernández ese mismo año 74.
Mis padres, pusieron un negocio, una despensa en esta calle.
Era la manera en que podían sobrevivir dos profesores exiliados chilenos. De una familiar de cinco, estábamos solamente aquí tres: papá, mamá y yo, la menor. ¿Por qué tres?
Por que los dos hermanos mayores, Carlos y Luis (nuestro Kiko) se quedaron viviendo en Chile, con el compromiso político de luchar contra la dictadura de Pinochet.
Mis padres exonerados de sus labores profesionales, decidieron que la mejor forma de apoyar a sus hijos era estar cerca de ellos, por eso, no intentaron irse lejos, la Argentina era el país vecino que nos brindaría protección.
Los viajes de Kiko, mi hermano mayor eran frecuentes entre Chile y Argentina. Al poco tiempo no solo estábamos aquí sus padres, también estaba Paula, su única hija. Paulita quiero decirte hoy, que en esta calle, en estas veredas, anduviste de la mano de tu padre, corriendo y saltando. El te dijo aquí, en esta puerta, lo mucho que te amaba, lo tremendo que era volver a Chile sin ti, pero lo necesario que el lo creía.
Clarita y Titina, mis amigas, solidarias, comprometidas, prestaban su casa para que mi hermano se juntara con su hija, cuando la represión, tempranamente, nos dio un primer aviso.En enero de 1975 la casa de mi hermana fue allanada.
Cortaron ésta esquina. Fue un allanamiento brutal. Dijeron que buscaban una cárcel del pueblo.
Ese día Clarita, que ya era mi amiga, venció el temor que la situación provocaba y en un gesto valiente, caminó los metros que dividían su casa y la mía y fue a acompañarme cuando me encontraba sola mientras mi madre iba en busca de mi padre, secuestrado en pleno 1975.
Clarita llego calladita, con temor, pero muy resuelta a acompañarme. Lo recuerdo bien.El impacto del allanamiento fue grande en el barrio, sin embargo ella saco fuerzas y su cariño, solidaridad y compromiso pudieron más.
Creo que ese día se selló para siempre nuestra amistad: tanto con ella como con Cecilia, su hermana quien al llegar del trabajo y enterarse de todo, corrió también a respaldarnos y apoyarnos.
Así era Titina.
Puro compromiso, entrega. Pisaba estas calles entre su trabajo a pocas cuadras de aquí, hasta su colegio “el Estrada” aquí cerca en la calle Constitución.Ahí con sus compañeros y amigos, que también fueron míos, vivíamos nuestro día a día de jóvenes comprometidos. Entre militancia, amores y bailes, íbamos desarrollando nuevas vidas soñando con tiempos mejores para nuestros países.
Quizas lo mas importante que podemos decir hoy, en este lugar tan importante para todos, es que aquí estamos, presentes, enteros, con la cabeza erguida recordándolos.
El trabajo por la memoria que realizan los vecinos de San Cristóbal hace posible refrendar una vez más el compromiso con nuestros seres queridos.
En lo político, porque estamos convencidos de la vigencia de sus ideales de justicia social, democracia y libertad.
En lo humano, por su entrega y compromiso con el pueblo.
Y en lo intimo, porque – a pesar del inmenso dolor que tenemos desde el día de su secuestro y desaparición- nos sentimos orgullosos de llevar su sangre.
Este acto es reparatorio para nosotros, la familia de Kiko, Clarita y Cecilia.
Siento que este sábado de abril nos acompañan, que esta vereda que recorrimos tantas veces y que hoy tendrá esta baldosa con sus nombres, es el lugar al que volveremos una y otra vez para decirles, los amamos.
Clarita y Cecilia, Kiko hermano querido, aquí estamos y viven diariamente en nuestra vidas.
Las dictaduras del cono sur eligieron poner nombre a su plan conjunto de exterminio: lo llamaron plan cóndor.
El cóndor cuando despliega sus alas es un animal majestuoso, planea en el cielo y parece verlo todo desde ahí. Al extender sus alas lo cubre todo. Y seguro esa era la idea de los militares asesinos de este siglo, de esta América, controlar todo. Pensando eso fue que utilizaron su nombre.
Pero de eso, de majestosos, ellos nada.
Ellos se parecen al cóndor, es verdad, pero únicamente por lo carroñero. Porque el cóndor es un animal carroñero. Y los militares asesinos de esta América también lo son.
Ellos idearon ese plan que lo llamaron como el ave de los andes; pero acá existía entre los hermanos latinoamericanos otro plan. El plan de la solidaridad y de la igualdad. Militantes de todo el continente no tuvieron fronteras a la hora de pelear por una liberación nacional y continental. De México a Cuba, de Cuba a Nicaragua, de Colombia a el Salvador de Uruguay a Brasil, de Chile a la Argentina. Las experiencias de lucha de algún país ( y no solo de América Latina) rápidamente eran discutidas y repensadas en el contexto de otros países. Cientos de militantes cruzaron fronteras y lucharon codo a codo con sus hermanos del país al que acudían a solidarizarse. Tenemos la historia de uno de los compañeros que aquí homenajeamos: Luis Enrique Elgueta Diaz. Luis pertenecía al Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile. El MIR formó parte de una experiencia llamada Junta Coordinadora Revolucionaria. La junta fue constituida en 1974 y la conformaban junto al MIR, Tupamaros del Uruguay, el ELN de Bolivia y el ERP de la Argentina. Esto decía el documento fundacional de la junta:
“El carácter continental de la lucha está signado, en lo fundamental por la presencia de un enemigo común. El imperialismo norteamericano desarrolla una estrategia internacional para detener la Revolución Socialista en Latinoamérica. No es casual la imposición de regímenes fascistas en los países donde el movimiento de masas en ascenso amenaza la estabilidad del poder de las oligarquías. A la estrategia internacional del imperialismo corresponde la estrategia continental de los revolucionarios.”
Luis Enrique Elgueta Díaz desde el 74 que iba y venía de Chile a Argentina y viceversa, ya en 1976 ante la cruda represión Pinochetista y con su vida en peligro, se instala aquí, en el barrio de San Cristóbal. En el hogar donde ya vivían sus padres y su hermanas. En El barrio donde conocieron los Elgueta a Clara Haydeé Fernández y a Cecilia Fernández vecinas del barrio que, a igual que Enrique, fueron alcanzadas por el Terrorismo de Estado y permanecen desaparecidas. Fue en la madrugada del 27 de julio de 1976 cuando un grupo de tareas allanaron el departamento y secuestraron a Luis Enrique a Clara y Cecilia.
Sabemos que Luis Enrique estuvo detenido en el Ex-Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio Orletti. Orletti funcionó como centro clandestino de detención entre mayo de 1976 hasta fines de ese año, en la calle Venancio Flores 3519 frente a las vías del Sarmiento, en Floresta. También lo llamaban “El Jardín” y pasaron alrededor de 200 compañeros entre argentinos, uruguayos, chilenos, bolivianos, paraguayos, brasileros y cubanos. Es que el lugar era utilizado a nivel continental para implementar lo que luego se conoció como Plan Cóndor.
El plan cóndor renace. Porque lo que los asesinos ignoran es que el cóndor somos nosotros y que el cóndor no muere, renace. Cuando se siente cansado vuelve a su nido y renace. Como renace la cabeza cortada de Tupac, por toda América hablando de igualdad. Como renace el amor entre Luis Enrique y Clara.
El comunicado de la Comisión de Uruguayos en Argentina habla de construir memoria:
“para que nuestros compañeros sigan vivos en cada uno de nosotros. Porque como decía nuestro compatriota Carlos María Gutiérrez: “El que murió peleando vive en cada compañero..."
La Memoria con justicia que aún esta pendiente, esa que es necesaria para todos los compañeros y que debe ir por todos los genocidas.”
Para que esos crímenes no queden impunes seguiremos exigiendo Justicia y Cárcel común y efectiva para todos los responsables por todos los compañeros.
Exigimos a todos los poderes del Estado
-La aceleración de los juicios en curso contra los genocidas
- Apertura de los archivos
- Restitución de la identidad de los 400 niños nacidos en cautiverio
- Aparición con Vida Ya! de Jorge Julio López
Y ese nombre que nos robaron, el del cóndor, es el que tenemos que renovar con nuestros actos. El cóndor no es de ellos y América tampoco. Los pasos que nuestros hermanos latinoamericanos marcaron en los barrios, brindando su vida, nos deben recordar algo. Un camino. Un ideal. Un objetivo. Igualdad y solidaridad.
Vecinos de San Cristóbal contra la Impunidad
25-4-09