Jorge
Julio López escarba con el tenedor el fondo de la lata de atún, mastica despacio, pensando. Está seguro de
que nadie lo vio irse. Extiende la bolsa de dormir que compró hace unos meses y
se acuesta. Se va durmiendo, como distraído, mirando las manchas del puente que
le sirve de techo.
Jorge
Julio López se sienta en un costado del largo banco de madera, descansa su
espalda contra la pared. Repasa mentalmente los últimos días. No está seguro de
si hizo lo correcto, pues una cosa es ausentarse y otra muy distinta es tirar
un cadáver calcinado en Punta Lara. Fue una acción exagerada, piensa,
teatralizada. Pero ya está. No hay vuelta. Saca del bolso una toalla doblada y
la coloca prolijamente en el banco, vuelve a meter su mano adentro del bolso y
revuelve. No encuentra el jabón. Sus dedos se topan con las llaves de su casa.
Las agarra, las mira, piensa…
- Debería volver y tirarlas en el jardín.- dice en voz alta, casi sin darse cuenta, y vaya a saber qué mecanismo inexplicable de la mente se activa y se acuerda de que el jabón está adentro de uno de los pliegues de la toalla. Tira las llaves adentro del bolso, encuentra el jabón y abre la canilla de la ducha en algún camping mas perdido que él.
- Debería volver y tirarlas en el jardín.- dice en voz alta, casi sin darse cuenta, y vaya a saber qué mecanismo inexplicable de la mente se activa y se acuerda de que el jabón está adentro de uno de los pliegues de la toalla. Tira las llaves adentro del bolso, encuentra el jabón y abre la canilla de la ducha en algún camping mas perdido que él.
La
intensa prolijidad con la que es buscado lo tiene a mal traer en más de una
oportunidad. En Atalaya, por ejemplo, siente el olfato de los perros
prácticamente encima. Se oculta en la tupida vegetación y en la oscuridad.
Escapa tranquilo, a paso firme de borcego. Pero Jorge Julio López esa noche no
duerme tranquilo: sueña con una mujer que se convierte en pájaro, que lo ve,
que sabe por donde camina.
El
19 de junio de 2008, Jorge Julio López llega caminando hasta la frontera con
Paraguay, presenta en Migraciones su Documento Nacional de Identidad y cruza al
país vecino. Abandona Misiones. Abandona Argentina. La decisión que tomó es
dura, difícil, pero correcta. Atrás quedaron esas ideas locas de realizar un
asado entre familia y compañeros.
Por
la diagonal transita la marcha. Un cartel diagnostica: veo al hombre que ordenó
mi secuestro, no veo al hombre que haga justicia. El cartel lleva una foto de Julio
con gorra. Son un grupo reducido de personas, compañeros del testigo, que
delirantes, trasnochados, paranoicos, afirman que Jorge Julio López fue
secuestrado y exigen al poder político y a la justicia que investigue a
Etchecolatz, a su entorno y a la policía bonaerense.
Vecinos de San Cristóbal contra la Impundad
18 de Septiembre del 2012
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